Dicen que del odio al amor hay un paso, y en el caso de estas dos pelirrojas este dicho no es la excepción. Aunque más que amor, entre ellas surge una enorme tensión sexual a raíz de tantas discusiones.

En cuanto se quedan solas no pueden evitar tirarse encima de la otra y empezar a comerse los coños. Ambas gozan de juguetear con sus clítoris y lamer cada zona de sus cuerpos.

Cuando dejan de jugar con sus lenguas, pasan a frotar sus coños y jugar a los tijeretazos. Se mueven frenéticamente causándose placer y corriéndose juntas; les encanta sentir como sus fluidos se entremezclan y causan una enorme cascada por sus piernas.

La pasan tan bien que no pueden evitar gritar mientras follan, y aunque creen que no hacen suficiente ruido; el marido de una de ellas logra escucharlas desde la otra habitación y ahora ha quedado con una enorme erección.