En la habitación del rey Lord Byron se oían sonoros gemidos del emperador y una mujer. Provenían de una exuberante elfa morada que era cogida brutalmente por su coño estrecho, y luego era puesta de rodillas para empezar a comerse la polla del rey.

La mujer aceptaba sumisamente que el rey controlara su cabeza mientras le hacía un oral hasta el borde de las lágrimas. Sin embargo, mientras rogaba lo mucho que disfrutaba el sabor de la polla del gordo rey, en su mente no hacía más que criticar su peste y egoísmo.

Después de que la princesa terminara de limpiar el sudor de su polla, Lord Byron la hizo acostarse para empezar a follar sus gigantes senos mientras ella se comía sus bolas. La elfa hacía remolinos con su lengua, calentando al hombre que no paraba embestir sus tetas y apretarlas, haciendo la promesa de llenarla con una segunda carga si seguía siendo tan buena chica.

En su mente, la elfa continuaba maldiciendo su gorda barriga y su olorosa polla, pero para no matar el ambiente empieza a rogar por la polla del rey, que rompa su vagina estrecha y se coga su garganta.

Lord Byron hace que la mujer se atragante con su polla inmensa, tomándola del cuello mientras le hacía el oral para sentir su estrechez. La princesa soporta todo hasta que su garganta se llena con el semen del rey, y ella se toma cada gota sin desperdiciar nada.

Incluso después de cogerse salvajemente su garganta, Lord Byron seguia caliente, así que levantó a la mujer para ponerla de frente. La princesa tuvo que abrir sus piernas y exponer toda su intimidad con sus dedos, preparándose para lo inevitable. El rey empezó a penetrarla, burlándose de cómo su pequeño coño se expandía por su grosor.