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Makoko era felicitada por su equipo por sus habilidades como curadora en el juego, y cuando todos se fueron quedó hablando con un chico, Ryusei, que parecía interesado en ella luego de que comentará de forma casual su interés en chicos jóvenes, así que trasladaron su chat a uno privado.
Ya en Mayo, ambos tienen una mayor confianza, hablando de sus vidas privadas, con Ryusei incluso sorprendiendo a Makoko al confesarle lo joven que era. Ambos incluso empezaron a reunirse en grupo para mejorar la calidad de su trabajo en equipo en el videojuego.
Para finales de ese mes, el chico le confiesa sus verdaderos sentimientos, estaba enamorado de ella. Makoko le aclara que estaba casada, con hijos, pero poco parece importarle. Ambos se ven en persona, en una sala de Karaoke donde empiezan a besarse.
Constantemente, Makoko decía que estaba mal lo que hacían, pero igualmente utiliza su mano para pajear al chico, maravillada por como movía sus caderas en su mano, hasta correrse sobre ella. Cuando ella volvió a encontrarse con su marido, quiso que fuera él quién la follara de verdad, pero este solo la rechaza por estar cansado.
La falta de placeres la atormentaba, por lo que en su privacidad no podía evitar masturbarse, rogando que alguien le meta una verdadera polla, pensando en la sensación del semen de Ryusei en su cuerpo. Era una bomba de tiempo a punto de explotar.
Ese día tocaba otra reunión con su equipo de videojuegos, así que Makoko se vió con Ryusei. Ellos se reunieron, aunque no fueron a la reunión, sino a un motel donde comenzaron a besarse apasionadamente, compartiendo su saliva.
Ryusei fue bajando hasta sus enormes pechos, chupándolos sobre la tela. Después, siguió bajando hasta su coño, saboreando su olor a MILF, y dándole un oral mientras seguía apretando sus senos. Makoko le seguía diciendo que no podían, pero ya no podía ocultar su deseo ante Ryusei.
El chico sacó su enorme polla, se puso un condón y de una comenzó a penetrar a la mujer madura. Su vagina era muy suave, y los gemidos que soltaba eran agudos y tiernos. Ella intentaba contenerlos por pena, pero el solo quería que siguiera gritando por él.
Para complacerlo, Makoko incluso declara que amaba sentir su pene, mientras se corría. Eso no fue cosa de una vez, ya que a diario empezaron a reunirse para follar como animales. Ell podía apretar sus senos mientras golpeaba su vagina contra su polla, o sentarse para dejarla cabalgar sobre el, incluso destruyendo su culo salvajemente. Ahora Makoko se lo permitía.
Un día, su marido llegó y la encontró cambiándose. Borracho, supone que lo estaba esperando, así que salta sobre ella para follarla. Aunque parecía que iba a maltratarla, en realidad Makoko quedó decepcionada por su desempeño.
Desde ese día, cuando se volvía a reunir con Ryusei le daba una mayor permisividad para correrse en ella. El chico podía follar su vagina peluda en cuatro, hacerla morder las almohadas, y llenar su coño de semen, todo para su placer. La excitación de que pudiera embarazarla era algo que aumentaba el morbo.
Comprendía esta nueva realidad, ya no podía ser una esposa ordinaria, sino que era un saco de carne para el deleite de su amante menor.
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