Carne de Marge – LevFreakArtist

Habiendo cometido tres delitos seguidos, Homero se encontraba a punto de ir a la cárcel. Marge se dirigió a la comisaría a hablar con el jefe de la estación, tratando de convencerlo de que dejara ir a su esposo. El malicioso y corrupto jefe estaba pensando en cómo había logrado un hombre tan tonto tener una mujer tan sensual.

Al jefe se le ocurrió que podía sacarle provecho a la situación, por lo que comenzó a extorsionar a la pobre mujer. Fue así como, para poder evitar que su esposo fuera a la cárcel y sacarlo de la comisaría, tenía que cumplir con las irrazonables peticiones del jefe.

El hombre le ordenó que le mostrara lo que llevaba debajo del vestido con la excusa de que era solamente parte del protocolo. Aunque la mujer estaba llena de dudas, el hombre afirmó que era un procedimiento de rutina. Marge le dijo que no llevaba nada debajo del vestido, pero él la tranquilizó diciéndole que no tuviera miedo, que él era un profesional.

La mujer comenzó a desnudarse, dejando ver sus enormes tetas completamente descubiertas y sus bragas, que apenas cubrían su entrepierna. El hombre no tenía idea de que ella iba a aceptar sus peticiones absurdas, aunque se propuso a ver qué tan lejos podía seguir presionando a la mujer.

El jefe se puso de pie para examinar un poco más de cerca. La mujer se dio cuenta de que el jefe tenía una erección, por lo que pensó en extorsionar al hombre para hacer que liberara a su esposo. Sin dudarlo, empezó a hostigar al hombre y le propuso hacerse cargo de su amiguito si le ayudaba dejando ir a su esposo.

Al principio se sintió intimidado, pero dejó que la mujer tomara el control. Marge empezó a masajear su pene, sacándolo de los pantalones del jefe para aliviar un poco su sufrimiento. La mujer comenzó a chupar el pene del jefe sensualmente, mientras acariciaba su coño, probando el gusto del líquido preseminal del jefe.

Marge se dio cuenta de que le estaba gustando. A ese paso, tal vez sería posible convencerlo de liberar a Homero. Aunque para asegurarse de que cumpliera el trato, comenzó a alabar su pene. Luego lo metió entre sus enormes tetas y comenzó a frotarlo rápidamente hasta que este no pudo aguantar más y se corrió sobre ellos.

Habiendo acabado, el jefe le dijo a la mujer que quizá no podría ayudarla, ya que no tenía autoridad para liberarlo. Tal vez debería intentar convencer al alcalde, quien era el único con la potestad de liberar a los convictos. Parece que los sacrificios de Marge por su familia no acabarían ahí.